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strés, estrés, estrés, estrés… parece ser la palabra de moda. Todos parecemos padecerlo. Pero, ¿realmente es así?  Para el 2020 la OMS predice que la depresión relacionada con el estrés crónico será la 2º causa de invalidez en el mundo.

¿Cómo lo reconocemos?        

Observemos nuestro organismo:

  • Cambia la digestión.
  • El cerebro pide algo bueno (comida, bebida, dependencia creciente de diferentes sustancias).
  • Aparecen problemas de memoria.
  • Cambios en el humor.
  • Irritabilidad.
  • Sensación de estar quemado emocionalmente, depresión.
  • Nos habituamos al factor estresante, pero nos volvemos altamente reactivos a cualquier situación y explotamos por situaciones insignificantes.

Sin duda vivimos en una sociedad que nos impulsa a correr sin parar, aunque por momentos no sabemos ni porqué, ni para qué corremos. Hay una búsqueda constante y casi desesperada por poseer más. Esto nos lleva a pasar horas y horas trabajando, llenando nuestras agendas y las de nuestros hijos procurando el éxito personal y buscando que nuestros hijos estén preparados para ser exitosos el día de mañana. Corremos, nos agotamos y seguimos corriendo porque nos parece que no tenemos otra alternativa. Creemos que para ser feliz necesitamos alcanzar algo que está allí afuera y cuando creemos acercarnos se distancia de nosotros inexplicablemente y volvemos a buscar con desesperación ese bienestar que viene del afuera, del poseer. Y en nuestra cultura materialista ya no solo poseemos objetos, poseemos carreras y poseemos personas, poseemos esposa/o, hijos, estatus, etc., etc. Y en esta búsqueda de la felicidad no logramos llenar ese vacío que sentimos porque los objetos y los logros no logran saciar nuestra necesidad de sentido, valor, orientación, realización, relación y espiritualidad.

En lo más profundo todos buscamos algo, creo que el estrés es una respuesta natural a esta búsqueda desesperada del ser humano, pero una búsqueda que siempre acaba por dejarnos exhaustos, vacíos  desesperados y lo que es peor desesperanzados. El estrés no es otra cosa que “un estado de perturbación del equilibrio que surge cuando existe o se percibe un desequilibrio entre las demandas  y las capacidades del individuo o la familia”. Y posiblemente todos, en algún momento, nos hemos sentido de esta manera. Tironeados por el tiempo, el trabajo, las necesidades de nuestra familia, la economía y ni que hablar cuando aparece alguna enfermedad. El estrés llega a agotarnos, a generar todo tipo de problemas, no sólo en nuestro estado de ánimo, sino también en nuestra salud, provocando toda clase de enfermedades. Si no controlamos esta tensión a tiempo, la misma puede cobrar un gran precio. Cuando alguien pasa por una situación estresante, su cuerpo está en estado de emergencia. Esto puede llevar tanto a una crisis de salud personal como una crisis familiar.

Algunos autores señalan que: “La crisis familiar se caracteriza  por la incapacidad  de los miembros de la familia para realizar los roles y tareas usuales, tomar decisiones, resolver problemas, la incapacidad para cuidar a los demás como es habitual y el cambio de foco de la supervivencia familiar a la supervivencia individual”.  Todo esto nos muestra  la necesidad que tenemos de reflexionar acerca de cómo estamos viviendo. ¿Por qué corremos? ¿Para qué corremos? ¿A  dónde nos dirigimos agotando nuestras fuerzas y las de nuestra familia? ¿Qué estamos buscando?

Sería bueno estar quietos por un momento y reflexionar.

¿No le parece que su salud lo vale y su familia lo necesita? Si realmente está buscando ser feliz y hacer feliz a los que le rodean, a los que ama, debería parar y preguntarse qué está haciendo. Y si lo que hace realmente le llevará al destino correcto. Correr y correr sin sentido nos lleva a un destino inevitable: el vacío y la desesperanza. Jesús hace una invitación para aquellos que ya están cansados de buscar: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar”. Mateo 11:28. Es un buen consejo a seguir, para vivir plenamente y encontrar la paz y la felicidad.

 

Psicóloga Lic: Claudia Reyes.