Ser llamados por Dios para servirle es un gran privilegio que el Señor nos ha dado. Pero con este llamado viene una gran responsabilidad: la de llevar una vida personal íntegra y santa delante del Señor. La falta de integridad en la vida personal ha llevado a muchos a la ruina, a la vergüenza y termina desilusionando a otros cristianos menos maduros que observan.

En estos últimos tiempos con tanto cuidado por el corona virus, pensar en el protocolo sanitario, el alcohol, lavarse las manos, el tapaboca, el distanciamiento físico, etc. nos puede dar la sensación de que el mal esta fuera;  y con esto olvidar una verdad que el Señor Jesús contundentemente expresa en los evangelios: “el mal provienen del corazón del hombre”  Mat.15:18-19.

Es en nuestro corazón donde descartamos o cedemos a la tentación, donde nos permitimos coquetear con el pecado, o lo expulsamos. El mayor reto para cualquier cristiano es conquistarse a sí mismo (Prov. 16:32).

Nuestro servicio en la Iglesia puede ser una gran bendición para muchos o podríamos ser un viento que arrasa con todo lo que hay a nuestro alrededor. Por esto debemos mantener nuestra vida sujeta a la palabra de Dios y al Espíritu Santo. Es importante cuidarnos de los virus que nos rodean, pero es central que cuidemos nuestro corazón y lo que en él abunda.

Cesar de Roma tenía un esclavo que le acompañaba constantemente y cuya tarea era decirle susurrándole al oído “Cesar eres humano, Cesar eres humano”.

Me da la impresión de que todos nosotros los que servimos al Señor deberíamos tener a alguien que nos dijera al oído, que nosotros también somos humanos. Para que tomemos conciencia constantemente de que tenemos que buscar a Dios en todo tiempo, obedecerle y ser humildes para corregir aquellas cosas en nuestra vida que necesitan ser modificadas para traerle Gloria al Señor.

En un tiempo en que estamos pensando en las áreas en las que serviremos al Señor en la Iglesia; en un tiempo en el que estamos pensando y orando para saber en qué quiere Dios que le sirvamos durante el próximo año en los ministerios de la Iglesia; es tiempo también de trabajar en nuestra vida espiritual, en nuestros corazones, en nuestra comunión con Dios. Porque somos humanos y no debemos olvidar que la obra es del Señor y que busca santidad en los que le sirven.

Podemos engañar a las personas y hasta podemos engañarnos a nosotros mismos, pero no podemos engañar a Dios (Gálatas 6:7-8).

                                                                           Pr. Gustavo Cuña

                                                                                      PIEBU