Cómo encontrar estabilidad y sentido en la vida en tiempos de cambios continuos

Por Mag. Claudia Reyes.

Estabilidad, que palabra tan importante. Buscamos la estabilidad, es decir buscamos algo que nos haga sentir que la realidad es constante, es duradera y firme. El sentido de continuidad y constancia es imprescindible para la salud psicológica de las personas. Pero si hay algo estable es que todo cambia y cambia rápidamente. Aunque nosotros podemos sentir que somos los mismos, bastara mirar alguna foto para darnos cuenta que hemos cambiado. Nuestra forma de pensar cambia, nuestras emociones cambian, las experiencias nos transforman. ¿Entonces por qué buscamos tanto la estabilidad? Probablemente porque aunque todo cambie y aunque nosotros cambiemos, tenemos un sentido de continuidad que nos hace saber que seguimos siendo la misma persona.

Pareciera existir en los seres humanos una necesidad de continuidad, de trascendencia y un sentido de eternidad que nos lleva a preguntarnos ante los cambios constantes y el paso del tiempo ¿Hacia dónde vamos? y con esta pregunta la muerte se presenta como el fin de la vida física. Pero es allí donde la muerte nos confronta con la interrogante, ¿Para que vivamos? Esta hulla de eternidad en nuestros corazones es la que nos mueve hacia una búsqueda profunda de sentido. Ernest Bloch afirma “Los seres humanos reciben el regalo de preocupaciones que, de otra forma, solo tendrían en la hora de la muerte”. Solo nosotros, seres racionales, emocionales y espirituales podemos reflexionar acerca del sentido de la vida. Las preguntas más profundas de la existencia se despliegan ante nosotros obligándonos a que ensayemos algún tipo de respuesta. En algunas ocasiones la respuesta poco feliz, pero lamentablemente común, es huir de la pregunta. Huir con conductas que buscan desesperadamente el sentido de nuestra vida en el consumismo, en el placer, en el poder, o en aquellos que nos haga sentir momentáneamente mejor. La búsqueda de una felicidad que se escapa de nuestras manos y nos deja con una sensación de vacío, un sin sentido tan profundo que nos interpela nuevamente en búsqueda de una respuesta verdadera a la falta de sentido. En una sociedad donde Dios se ha cambiado por otros dioses, en una sociedad idolatra disfrazada de laica, racional y progresista nos encontramos desprovistos de bases sólidas para ser. Para ser en todo el sentido de la existencia.

¿Con qué nos quedamos? Vacíos, confundidos, con temor y terror de vivir en el vacío. Un vacío que es la consecuencia de haber negado a Dios. De haber cedido a la tentación original que está más vigente que nunca, ser como Dios. De esta manera nos despojamos de la fe, la esperanza, y los valores más importantes. Nos despojamos de lo que nos humanizaba y al mismo tiempo nos liberaba de las limitaciones humanas. Perdimos la posibilidad de dar un sentido real a nuestra existencia presente y futura. Perdimos la vida verdadera y la muerte se volvió nuestra cadena física, emocional y espiritual.

Paul Polak, en 1947 afirmó: “sólo se haya solucionado la cuestión social, quedará auténticamente libre la problemática espiritual, sólo entonces se la podrá movilizar en un sentido auténtico; sólo entonces será el hombre libre para dedicarse de verdad a sí mismo, y sólo entonces conocerá lo que hay problemático en sí mismo, la auténtica problemática de la existencia”.

Dios nos conoce, él nos creó, nos ama y sabe de nuestra profunda necesidad y aun cuando nos hemos alejado el sigue buscándonos, para darnos vida. Una vida abundante, con sentido, con propósito y con victoria sobre la muerte. Si nuestra vida no tiene sentido, si nos sentimos muertos es porque lo estamos. Lejos de Dios no hay vida, si no consideramos la problemática espiritual, si no nos damos cuenta que estamos muertos por estar lejos de Dios nunca solucionaremos el problema fundamental de nuestra vida. Creo que es hora de reconocer la verdad. Si somos honestos, la búsqueda de Dios es una marca en nuestro espíritu, sabemos en lo profundo de nuestro ser que hay algo más que esta vida limitada que vivimos. Este es el llamado de Dios que nos recuerda en lo más profundo de nuestro ser que nunca estaremos completos hasta que lo hayamos encontrado. No estaremos completos y en paz hasta que entreguemos nuestra vida reconociendo que nos hemos equivocado. Solo tendremos paz cuando confiadamente nos lancemos en sus manos amorosas. Cuando le encontremos, seremos verdaderamente libres y podremos encontrar primero nuestra vida, y luego su sentido. En tiempos de tantos cambios e inestabilidad Dios sigue siendo el mismo, ayer, hoy y por los siglos. Podremos confiar que el propósito de Dios y su voluntad son perfectos y agradables y nuestra vida estará en completa paz y recobrara el sentido original, aquello para lo cual fuimos creados.