Por Mag. Claudia Reyes.*

El tema del abuso sexual a menores es un problema realmente grave en nuestra sociedad, pero ¿Qué pasa cuando este llega a la Iglesia?; ¿Qué pasa cuando es un chico/a de nuestra clase, el que nos pide ayuda?, ¿Qué pasa cuando no está lejos el problema, sino lo suficientemente cerca como para demandar de nosotros una respuesta?

El abuso sexual ocurre con más frecuencia de lo que la mayoría de las personas piensan.

Aproximadamente una de cada cinco chicas y uno de cada diez chicos, al menos, sufren algún tipo de abuso sexual antes de los 17 años, (Sánchez; “Guía de prevención de abusos sexuales a menores, 1997)

En el 85% de los casos de abuso sexual infantil son realizados por adultos que el niño conoce, quiere y en quienes confía.

Con esto me refiero a que los abusadores pueden estar dentro de la familia, siendo el papá del chico/a, el abuelo, tío, una persona de confianza en la familia, etc.

Por esta razón y debido a la relación del niño/a con el victimario en la mayoría de los casos, el abuso se da sin que haya que imponer fuerza física. Se ejerce la violencia psicológica: el chantaje, la seducción, las amenazas, etc.

regunta que cabe plantearnos es: ¿Cómo llegamos a detectar a aquellos chicos/a que están viviendo algún tipo de abuso?

LA DETECCIÓN DEL ABUSO SEXUAL ES POSIBLE

Se ha encontrado a través de diferentes investigaciones que los signos de abuso sexual en los niños y adolescentes pueden ser:

  • Llanto fácil, por poco o ningún motivo aparente.
  • Cambios bruscos en la conducta escolar.
  • Llagar temprano a la escuela y retirarse tarde.
  • Ausentismo escolar.
  • Conducta agresiva, destructiva.
  • Depresión crónica, retraimiento.
  • Conocimiento sexual y conducta inapropiados para la edad.
  • Conducta excesivamente sumisa.
  • Irritación, dolor o lesión en zona genital.
  • Temor al contacto físico.

Aun cuando no sean indicadores excluyentes de abuso sexual, la presencia de varios de ellos es signo de que el niño necesita ayuda.

¿QUÉ PODEMOS HACER?.

Lo importante es que luego de estar frente a esta situación podríamos experimentar una sensación de horror e incredulidad.

Frente a esto las respuestas podrían ser dos, por un lado ignorar lo que estamos viendo como si nada estuviera pasando (negación), o responder con un sentido de emergencia, impulsivamente sin tener en cuenta las consecuencias de esta acción.

Evidentemente ninguna de estos tipos de respuesta es adecuada porque no posibilita una acción positiva sobre el problema. Entonces ¿QUÉ HACEMOS?

  • Primero debemos establecer un vínculo lo suficientemente confiable para que el niño/a se sienta, confiado, seguro, y contenido.
  • Debemos creerle.
  • Brindar un lugar de respeto donde pueda expresarse sin ser juzgado.
  • Mostrarnos capaces de escuchar y acompañarle sin desmoronarnos.
  • No es bueno hacer ningún juicio hacia el agresor debido a la afinidad que el niño/a tiene con él, esto podría inhibirlo, y hacerle creer que es culpable de revelar el abuso.
  • Preguntar si hay otros familiares que conocen la situación (habitualmente, el secreto es entre la víctima y el victimario). Preguntar si hay alguien a quien le podríamos contar esto juntos/as.
  • Debemos confirmar en este primer momento al niño/a en su acción. Es necesario que le afirmemos lo bueno que es que haya podido buscar ayuda.
  • Es importante hacerle sentir que ya no está solo, que le vamos a ayudar a resolver lo que le pasa.
  • En el primer momento la víctima no busca hacer una denuncia ni nada que de alguna forma ella/el considere que pueda dañar al agresor o al bienestar de su familia. Posiblemente buscara que le enseñemos a hacer algo que la libere de la situación.
  • Debemos ayudarle a entender (dentro de lo posible) que no es culpable de lo que está pasando.
  • Si nos pide que no hablemos con nadie, es necesario que le expliquemos la necesidad de buscar ayuda profesional. Dependiendo de la edad buscaremos la forma de decirlo de acuerdo a su entendimiento.
  • Nos despediremos afirmando que no hablaremos con sus padres por el momento, y que buscaremos orientación profesional.
  • Luego es importante el compromiso, y la acción para la solución del problema, que no será tan sencilla.
  • Es necesario que pensemos en los sentimientos que el abuso y el niño/a generaron en nosotros, y que tratemos de tenerlos en cuenta para poder ayudar al niño/a mejor desde el respeto y el apoyo legítimo.
  • Luego del encuentro con el niño/a es necesario que podamos buscar ayuda

Como cristianos tenemos mucho para hacer y mucho para dar en este tema.

Es muy importante acompañar al niño/a en el proceso de hacer la denuncia, es bueno si contamos con el apoyo de alguien de la familia. Recordemos que existe la línea azul, 08005050, para realizar denuncias anónimas.

*Mag. Ps. Claudia Reyes.
Dir. “Centro de Consultas Familiares PIEBU”