Una forma efectiva de vivir con amargura toda la vida es caer bajo la influencia de los celos y las envidias. Puedo suponer que nadie decide en un momento definido, vivir así, pero sí,  poco a poco y a veces imperceptiblemente, las personas pueden caer en esas redes maléficas y les resulta difícil salir de allí. A mi criterio, Celos y Envidias son pecados más que desórdenes emocionales. Sí se producen desórdenes mentales, emocionales y aún físicos por causa de su influencia. Pero este dúo que actúa en forma conjunta debemos reconocerlo como pecaminoso. En Gálatas 5:10 en adelante, se mencionan por lo menos 18 obras de la carne, así las cataloga Pablo a esta banda de pecados criminales. Entre ellos están los celos y las envidias. En Romanos  capítulo uno verso 29 aparece dentro de una lista de pecados desagradables. Es tan grave la envidia que Pedro en su primera carta capítulo 2, verso 1, dice enfáticamente que hay que desecharla….es un desecho, una basura fétida. El escritor Santiago dice en 3: 13-18 que los celos producen amargura y perturbación y toda clase de obras perversas. Recordemos que por envidia entregaron a Cristo en manos de Pilato; Mateo 27: 18. Sugiero que tomemos las siguientes cuatro acciones para erradicar envidias y celos de nuestras vidas:

RENUNCIE A LOS CELOS Y ENVIDIAS. Tome la decisión puntual hoy mismo. Recuerde los pasajes bíblicos mencionados y rechace estos pecados de su vida en el Nombre de Cristo.

ORE DIARIAMENTE POR COSAS O PERSONAS QUE LE PRODUCEN ENVIDIA Y CELOS. Estar en oración sincera y honesta delante de Dios con estos pecados encima, es imposible. Pida a Dios que bendiga a aquellas personas que le producen esos deseos pecaminosos de envidia y celos.

LLEVE UN REGISTRO ACTUALIZADO DE LA BONDAD DE DIOS PARA CON SU VIDA. Recuérdele a su alma, como dice el salmista, «Alma mía no te olvides de ninguno de sus beneficios». Lea y recuerde los salmos 91 y 103.

Tenga un cuaderno donde registre todas las bendiciones que Dios le da día tras día, aún las más pequeñas. Eso le ayudará a alejarse del pecado del celo y la envidia.

ENCIENDA EL MOTOR DEL AMOR DE DIOS EN SU VIDA.

Recuerde lo que Pablo escribió en 1ª Corintios 13:3: «El amor no tiene envidia». El amor purifica nuestras vidas. Nos descontamina. Encienda ese motor y pise el acelerador a fondo. Recuerde que no vale la pena malgastar ni un solo segundo de nuestras cortas vidas, en tener celos y envidias.

Permita que las Bendiciones de Dios se derramen en abundancia sobre su vida.

 

Pr. Lemuel Larrosa