En la educación cristiana no se trata de solo trasmitir conocimientos, sino más bien de formar cambios en los individuos, la enseñanza bíblica debe ser capaz de tocar los corazones de las personas permitiendo que Dios trabaje a través nuestro para bendecir vidas y cumplir con el propósito eterno.

Debemos compartir conocimiento, principios y valores dados por Dios en su palabra a las personas, para que surjan cambios en ellos para vida eterna. Esos cambios que surjan deben ser vistos en la práctica del diario vivir.

Cuando Dios le habla a una persona  comienza un proceso en el cual esta persona es transformada interiormente pero estos cambios se verán reflejados en su conducta. Este proceso de transformación llevara toda la vida.  “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”…  Ef 4:13-15

Las preguntas que nos debemos hacer hoy es:

  • ¿Qué clase de maestros estamos siendo?
  • ¿Realmente nos preocupamos por estudiar y enseñar la Biblia?
  • ¿Cuanto nos preocupamos realmente por nuestros alumnos? ¿Oramos por ellos?
  • ¿Nos preocupamos para que ellos se parezcan más a Jesús?
  • ¿Soy coherente como maestro entre lo que enseño y vivo?
  • ¿Tengo actitudes que opacan lo que enseño?

Recordemos que no solo damos información, sino que ayudamos y marcamos vidas como maestro cristianos.

Pr. Gustavo Cuña