Facebook es la red social electrónica más popular en Uruguay y otras partes del mundo. Ésta y otras aplicaciones utilizan un sitio de Internet diseñado para conectarnos con “personas que comparten intereses personales o profesionales, el lugar de origen, educación en una escuela particular, etc.» Las posibilidades son múltiples y de un gran potencial. Hemos visto con asombro movimientos sociales producidos o canalizados a través de estas tecnologías tan potentes, personas que se han encontrado luego de años de estar desconectados, relaciones amorosas que se han concretado, convocatorias que reúnen miles de personas en cuestión de pocos días, en fin… Pero a su vez, han surgido peligros y amenazas. Es que estamos abriendo la ventana de nuestras vidas al mundo sin tener en cuenta que literalmente cualquiera podría estar examinando y estudiando mi vida, ver fotos de mi familia, los lugares a los que voy, mis horarios, mis gustos e ideas. Si todo eso no es manejado con cautela, bien podría traerme serios problemas. Como, por ejemplo, la familia que anunció que se iba de vacaciones y al regreso tenía su casa desvalijada por ladrones que sabían cada movimiento de estas personas. Por ello, todos debemos poner límites a lo que exponemos en estos lugares y ser cuidadosos de a quiénes aceptamos como amigos e invitamos a ser parte de nuestro mundo a través de estos medios tan seductores.

El auge de estas redes es una muestra de una necesidad humana vital: la de tener relaciones significativas. Dios nos creó así cuando dijo: “No es bueno que el hombre esté solo.” Sin embargo, en medio de esa búsqueda de verdaderos amigos nos sumergimos en las prácticas antisociales que exigen estos medios, puesto que debo aislarme frente a una pantalla para poder relacionarme en forma virtual con mi red de amigos. ¿Debemos dejar de usar las redes sociales entonces? No, pero debo saber que la amistad verdadera no puede ser vivida sin el contacto directo que nos alimenta en una dimensión que las máquinas no pueden sustituir. De otra forma nuestra vida será un sequedal sin relaciones ni amigos verdaderos, solo virtuales. Jesús le dijo a una mujer que estaba desconectada de su comunidad, de su familia, de ella misma y de Dios: “…el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.” Es que Jesús vino para entablar una amistad que nos dé una vida con la relación de amistad más significativa que precisamos y es la de estar conectados con quien nos dio la vida. Y lo más notable es que no preciso ningún sistema tecnológico para entablar un diálogo con Él. Tampoco precisamos estar cerca de una zona de Internet pues está con nosotros donde quiera que vayamos, ni precisamos de horarios especiales pues la disponibilidad de este amigo es las 24 horas del día. Búsquelo y lo hallará.

 

Sociólogo

Lic. Esteban Larrosa